De ida a dicha: Mª Jesús González García, José Manuel Benítez Castillo, Shehzad Naroo y Antonio J. Mateo Orobia
Se estima que más de cinco millones de españoles, un 11% de la población, sufren el síndrome del ojo seco (SOS), un trastorno ocular que causa malestar, problemas visuales e inestabilidad de la película lagrimal con daño potencial en la superficie ocular.
Los pacientes con SOS, mayoritariamente mujeres y población de mayor edad, padecen irritación, sensibilidad a la luz, sequedad, dolor, sensación de arenilla, fatiga ocular, problemas para leer y/o sensación de quemazón. Esta sintomatología dificulta la realización de actividades cotidianas y puede provocar una disminución de la productividad laboral así como causar estrés.
De hecho, son muchos los estudios que señalan que estos síntomas repercuten de manera importante en la función visual, el estilo de vida, el funcionamiento social y físico, la productividad laboral y la calidad de vida relacionada con la salud.
El ojo seco es una enfermedad multifactorial. Su prevalencia es mayor en mujeres en parte debido al factor hormonal y está considerada la enfermedad ocular más frecuente en edades avanzadas.
Entre las causas que provocan el síndrome de ojo seco se encuentra la cirugía ocular, así como la diabetes, las enfermedades tiroideas, el síndrome de Sjögren, la dermatitis seborreica, la atopía y las colagenopatías, y muchos fármacos orales: retinoides, antihipertensivos, antidepresivos, estrógenos, diuréticos, benzodiacepinas, etc.
En el caso del ojo seco evaporativo, hay causas intrínsecas y extrínsecas; las intrínsecas son estructurales, tales como anomalías de los párpados o de tipo funcional, como por ejemplo un mal funcionamiento de la glándula de Meibomio.
Las causas extrínsecas incluyen irregularidades de la superficie ocular, alergias o el uso de lentes de contacto o también el tabaco, que provoca un deterioro de la película lipídica de la película lagrimal precorneal, lo cual provoca síntomas de ojo seco, tales como sensación de arena o de ardor.
El índice de evaporación también aumenta con una apertura palpebral mayor (como sucede al mirar hacia arriba), un intervalo de parpadeo mayor, un aumento en el flujo de aire, una mayor temperatura o una reducción de la humedad ambiental.
Para abordar este tema estuvieron presentes en esta sesión plenaria cuatro grandes expertos nacionales e internacionales: Mª Jesús González García, profesora de pregrado de Óptica y Optometría de la Universidad de Valladolid; José Manuel Benítez Castillo, catedrático de Oftalmología de la Universidad Complutense de Madrid; Shehzad Naroo, profesor de la Universidad de Aston donde imparte la especialidad de polo anterior; y Antonio J. Mateo Orobia, médico especialista de la Unidad de Córnea y Superficie Ocular del Hospital Universitario Miguel Servet.
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